Mi abuelita Angélica
Hola abuelita, acá estoy para ti, al lado de tus hijos, que finalmente están juntos como lo pediste.
Mis primeros recuerdos contigo fueron en Valdiviezo. El bus se acercaba por la av Nicolás Ayllón, después de haber pasado a través de la Lima de los años 80, el arco de la urbanización Valdiviezo nos esperaba frente al paradero Bandera azul y a una vieja textileria, el camino hacia tu casa era una línea recta, y los pasajes escondían botellas de cienfuegos y sonidos hondos y profundos. En tu casa habían unas tazas de colores y una jarra naranja dónde hervías agua. La cocina olía a kerosene como en las cocinas de todas las abuelitas y allí estabas al lado de la radio grande de la sala recibiéndonos.
Recuerdo las fiestas donde sonaba tabaco y ron y el volkswagen rojo del abuelo era el barco donde navegaban tus nietos.
A veces tu seriedad me asustaba un poco pero yo solo era un niño pequeño que le tenía miedo a los pavos de tu corral.
Y así los años pasaron frente a nuestros ojos y la vida te llevó a la casa de tu hija Estrella.
Entonces yo bajaba de mis cuarteles de invierno y acercaba mi cabeza sobre la ventana de la sala y te levantabas para abrirme la puerta que nunca cerraste para mí en tu corazón.
"Pasa hijo"
Besaba tu frente y te pedía una propina
A lo que usualmente respondías
"No seas sinvergüenza" más bien tu cómo mi nieto mayor deberías darme una propina a mi que soy tu abuelita,
Nos reíamos y me dabas unas palmadas a lo cual por supuesto replicaba: " no creas que me he olvidado del aguadito de pollo que me hiciste comer" y reíamos con la complicidad de una abuela con su nieto.
A veces cuando me sentía solo bajaba a verte
Entonces ibas a la cocina y me regalabas frutas y me abrazabas en silencio
Fue difícil entender las cosas que pasaron en tu vida abuelita
Pero con los años entendí que eras la roca en dónde el mar se estrellaba con todas sus fuerzas
Y aunque ya estabas vulnerable
el mar no logro desprender nada de ti.
Eran los últimos días de octubre
Cuando de pronto la flor que sujetabas entre tus manos empezó a perder sus hojas.
A veces solía verte a través de la ranura de la puerta de tu habitación, en dónde sujetabas tu rosario en dónde seguramente pedías por los múltiples pecados de tu nieto.
El día que fuiste al hospital bajamos juntos por las escaleras de la casa,
Estabas agitada pero segura en cada paso.
Luego solo te vi irte a través de la ventana del auto de mi padre.
Ya en el hospital Alcántara
Te prometí que nos iríamos en mi auto
Te dije: "abuelita tengo el coche afuera,
Cuando me digas nos escapamos para irnos a casa allí tengo una botella de pisco"
Tomaste mi mano y juntamos nuestras frentes
Te dije cuídate viejita, te amo mucho, sonreiste
Y me dijiste: "yo también te amo hijo".
Pero un día despertaste más temprano
Ya no estabas atada
Habías mejorado sobre la marcha
Las heridas en tu cuerpo eran siluetas de un camino ya trazado
Y tú corazón volvió a sentir la brisa como un amor gitano y prófugo
Sospecho que el abuelo llegó antes y escaparon juntos al amanecer
Entonces fui hacia el mar
Y una ligera espuma se orillo en mis ojos
Allá en el horizonte se ve un barco rumbo
al sol
Me temo abuelita que ya no volverás...

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