miércoles, enero 17, 2024

FANTASMAS

Puedo ver a uno de ellos ahora mismo.

Está sentado al borde de la mesa e intenta beber de un botella de cerveza a medio dejar, trata de coger el cuello del envase pero no lo logra, solo lo atraviesa con las manos, no parece haber muerto muy viejo, debe tener unos 40 y tantos, pronto se da cuenta que no podrá beber, se desespera y súbitamente atraviesa la puerta de la sala y desaparece.

La otra noche fue algo distinto, esta vez intentaban afixiarme, era una anciana, sus dedos era largos y astillados, sus cabellos era absolutamente largos y de hebras muy finas, para mi sorpresa respiraba mi nombre sobre mi rostro; mierda pensé es el fin, así es como pasará. Pude ver toda mi vida delante de mi, respiré hondo y me dije moriré en mi cama, pero finalmente se fue y el viejo tío Mike quedó boca arriba pensando en Hiroshima y Nagasaki.

También podía ver de vez en cuando al clásico fantasma de un niño, no parecía muy contento de estar allí, a veces lo veía llorar, y claro está solo era el reflejo de un llanto aterrador, luego una mujer aparecía y se iban juntos.

Pero nada superará aquella vez en donde terminé maniatado por todos mis demonios, los había de todos los tamaños y colores, algunos pequeños y tuertos, otros de estatura media con picos de aves y ojos hundidos que parecían ciegos, otros bailaban a mi alrededor y de un momento a otro sacudian sus alas plomas, parecían estar felices mientras yo yacía sin ojos atado sobre el piso; carajo pensé, que podría estar pasando en mi cerebro para llegar a tamaña visión, entonces me dije, quizá es un mensaje de nuestro señor Jesucristo que quiere que este humilde servidor deje la andanzas. Creo que va a necesitar algo más que un grupo de demonios para tamaño fin.

Y los años pasaban como días, y allí seguían mis fantasmas, y con el tiempo parecía que ya no les importaba mi presencia, entonces comencé a tener un hambre atroz, pero ya no podía coger los platos, ni las tazas, me di cuenta que cada vez me tornaba en tonos más grises, y mi amor era un amor más triste y melancólico, y fue cuando la casa se lleno de ellos, estaban por todos lados, en el techo asidos a las esquinas superiores de la habitación, entre la puertas, en los bordes de las ventanas, dentro de los pomos, debajo de la cama, en los agujeros de las arañas, entonces comprendí que yo era uno más de aquella legión, me había devorado el olvido.