lunes, enero 17, 2011

NIGHTMARE

Esperar a la muerte puede ser completamente apacible
Charles Bukowski


Un vomito negro se precipita tempestuosamente a través de mi estómago,
Revienta dentro de mí,
Entonces poso mi espalda sobre los adoquines calientes y sorbo con violencia
Ese último trago que me ve morir.

El sol cae fuertemente,
Mis huesos son hojas muertas en el vacío de la tarde.

¿Nos volveremos a buscar para matarnos?
¿Acaso podría beber ansiosamente de tu veneno?

La noche se recobra en mis ojos,
Pienso en este amor violento,
Que se abre a la vida como un cráneo oscuro y repleto de pesadillas.

El amor va muriendo por las calles,
Ahora es un perro enfermo y famélico,
Un espíritu consumido por los vicios,
Un poema escrito sobre trozos de papel envejecidos.

El amor continúa muriendo sobre las mesas de los bares,
Incendiándose lentamente,
Quemando mis ojos,
Vomitando en cantinas miserables,
Y gravitando retorcidamente en el cuerpo de los amantes.

Vuelvo a mi oscuridad,
Con mis botellas repletas de muerte,
Encendiendo a la noche que me envuelve como una serpiente relampagueante,
Puedo ver a la muerte trepando mis paredes como una madre selva oscura y venosa,
Los cuervos de la noche de Baltimore revolotean sobre mi cadáver,
Se incrustan en mis ojos en un intento por devorar mi cerebro,
Mi sangre se espesa y se convierte en vapor triste,
No queda nada en mí.

domingo, enero 02, 2011

NOSOTROS LOS SUICIDAS

El suicidio mi amiga es una espera maldita.
Enrique Verástegui
A mis hermanos

Nosotros los suicidas bebemos en silencio mientras los agujeros del tiempo se desvanecen.

Nos reunimos con otros suicidas y hablamos de nuestros planes de suicidio,
Bajo extrañas consignas y planes que no entendemos.

Nosotros los suicidas sujetamos el cráneo de Dios,
Mientras las hijas de Lucifer incendian nuestras casas.

Contemplamos intensamente el silencio,
Y caminamos ciegos por parques habitados por fantasmas,
Dibujando las distancias en nuestras mentes.

Nosotros los suicidas nos sentamos al borde de nuestras camas,
En habitaciones oscuras,
Con nuestros pulmones destilando plomo y calor.
Sujetándonos informes en esperanzas vacuas,
Olvidados,
Observando el universo como insectos mutilados,
Descomponiéndonos en el tiempo.

Nosotros los suicidas contemplamos a las arañas mientras éstas tejen los hilos que sujetan a las calaveras de la muerte,
Mientras las melodías de la noche bajan lentamente por nuestras nucas.

Nosotros los suicidas reímos a mitad de la noche,
Mientras nuestras mujeres escapan con sus amantes.

Entonces llega esa extraña señal a nuestros cerebros,
El sonido del alfiler en medio de la habitación oscura,
Sólo entonces sabemos que ha llegado el momento,
No habrá marcha atrás.