ΠΕΡΣΕΦΌΝΗ

Su cuerpo es como el bosque incendiado,
como un amanecer nórdico,
su rostro es una tensa calma de alcohol y valium,
Sus heridas ya no cierran y como en otras tantas ocasiones huye con el viento fuerte de la noche.

Perséfone se refugia en el humo intenso de la poesía,
Noche tras noche,
Perdida entre tantos bares,
Y aún vulnerable,
construye su cuerpo abatido,
Sus labios con sangre,
hay aún tanto en sus ojos.

Sus manos tienen garras felinas,
Sus labios están atravesados por astillas,
Su cuerpo reposa como el viento de la cordillera,
Conoce lo irreparable de la ausencia,
Pero aún así, no teme abandonar.

Perséfone no sueña,
Ella canta sobre la muerte,
Sobre la vida escrita en sus piernas,
Sobre su vientre que a modo de Gólgota sujeta su cruz de misericordia.

Y ya no vuelve con la primavera,
Porque sus días son otoños,
Su poesía invierno,
Su vida una marea cantábrica,
Lejana y cósmica.

Perséfone, la musa del sueño poético estéril,
Irreparablemente se levanta de sus ruinas,
vuelve camino a casa,
con su alma incrustada de vidrios y acero,
vuelve sola,
pobre,
descuartizada,
sus hijos aún duermen,
Perséfone ya no sonríe más.

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