Miguel Ángel Vera De La Haza –parece y es un nombre
multitemporáneo del XVIII, XIX o XXII– es un poeta
extremo cruzando el agitado y vigilado Suez y el Mar Rojo
con sus vehementes destructores, entre un Sinaí de estremecedora
vocación poética y un Egipto de escalofriante
percepción del estado actual de una humanidad premomificada
con vendas y cremas de hard y soft.
En la más legítima genealogía del florentino desmesurado,
del Blake mundial, del Baudelaire zahorí, el autor excava
el vaho presente de las sustancias infernales tal como
avanzan en este final de la primera década del milenio
enigmático. En este siglo XXI el más cercano a las cataratas
pegajosas y negras de la condenación.
No hay casi donde respirar el aire bienaventurado en el
subterráneo de la tiranía mediática a todo volumen y a toda
marcha de miasmas. Y en esos precisos momentos nos llega
en este abierto y lúcido libro esta alerta poesía grabada bajo
el efecto de un eminente voltaje. Y sin que medie doctrina
ni precepto: es una visión preternatural.
“Infiernos afilados entre carnes hechas jirones”Poesía espontáneamente profunda, terriblemente docente,
consciente y subconscientemente horripilada, teológica
enérgicamente, voraz espeluznantemente, preceptivamente
ácida. Sin duda más aún que la poesía de las movidas generaciones
poéticas anteriores.
La inmensa mayoría de las mujeres y hombres de hoy
de todas las profesiones y medios incluyendo los políticos,
religiosos y culturales, no perciben el abismo en que caen
ni la gravedad que los traslada. Se asustan, se ofenden y se
ofuscan cuando atisban o se les muestra un por ciento de la
severidad de la situación. Y adoran el rumbo profundo del
mundo actual, ya sea desde la platea del sistema o desde la
galería del antisistema, cada uno esperando que la macabra
mascarada acabe como se la figura. Ópera negra cuyos rasgos
bufos no distienden su desenlace desesperado.
Es un mundo de apariencias, cada vez más virtuales, superficiales
y zoomorfizantes, disimulando y mascarando la
colosal involución humana de nuestros días.
“Por mi parte yo sigo viendo a la muerte a través de un pequeño
espacio en mi ventana”Alabada sea la franca audacia temática e imaginal del
joven poeta. Ha visto y ha sorprendido desde el relampagueado
destructor poético, iluminando con los reflectores
de una intuición superiormente realista el fondo de las cosas
y de las pantallas, los farmaciados cerebros al descubierto.
Y ha disecado con agresivas navajas el tortuoso precadáver
sulfitado sobre la página en blanco.
“Mi mundo sobre tus mundos”En sus líneas se siente que la pseudo–modernidad es
una inmensa vampira con disfraz de mundo. ¿Inmensa? En
realidad no vale nada. Ni siquiera tiene sustancia propia, es
sólo un huyente escalofrío satánico.
“Sale y la suicido de este mundo”Y se produce el conjuro a lo bárdico. Y al concluir este
libro sentimos que las viejas y draconianas garras satánicas
ya se evaporan heladamente alrededor de nuestro propio
escalofrío terminal.
“Luego el fuego del adiós irremediable”José Pancorvo B.
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